nosotros las manos, nos detiene, cual si su majestuosa actitud
nos hubiese aniquilado.... Caemos, pues, de rodillas, y el
Padre Santo nos bendice una, otra y tercera vez.
Al propio tiempo alzase en la puerta y en toda la Plaza como
un huracan de gritos, y nosotros volvemos la cabeza horrorizados,
25 creyendo que los franceses amenazan al Sumo Pontifice....--iLo
de menos[53-2] era que nos amenazasen a nosotros!--iDecididos
estabamos a morir!
Pero icual fue nuestro asombro al ver que los gendarmes,
los hombres del pueblo, las mujeres, los ninos..., itodo
30 Montelimart! estaba arrodillado, con la frente descubierta,
con las lagrimas en los ojos, exclamando:
--_Vive le Pape!_[53-3]
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